Cosas de los americanos, de los americanos-usa: para medir la confianza que les merece un político no le preguntan a los ciudadanos si confían en él, que es lo lógico. Demasiado directo.
Les plantean la siguiente hipótesis: usted va a comprar un coche de segunda mano, ¿se lo compraría a Barack Obama?. Ya se sabe que comprar un coche de segunda mano a un particular requiere de una buena dosis de fe, de creer que únicamente lo ha usado los domingos para llevar a los niños al parque y poco más.
Son las ocho de la mañana y me planteo la cuestión en versión domestica: ¿A qué político español le compraría yo un coche de segunda mano?
Tic-tac, tic-tac...
Las doce del medio día
Tic-tac, tic-tac...
Las cuatro de la tarde
Tic-tac, tic-tac...
Las siete y media de la tarde.
Tic-tac, tic-tac...
Las once de la noche
Busco en Google la dirección de un concesionario oficial y me olvido de la pregunta más tonta jamás formulada.
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