Las tardes con amigos tienen su culmen cuando alguien deja caer la gran pregunta. Entre wisky y gintonic. Cosas profundas, de las que te exigen reflexión en momento tan impropio; es una prueba de hombría, y que me aticen las feministas. Son unos instantes en los que el alcohol produce sus efectos más benéficos: lucidez, desinhibición, reflejos y ambición. Unos instantes que han forjado amistades indestructibles y que han destrozados hogares en apariencia rocosos. Instantes delicados. Grandes instantes. Instantes efímeros.
Justo en ese momento, apenas unos segundos, en la frontera de la brillantez y la oscuridad, mi amigo se interesó por mis deseos para el año entrante.
-¿Qué le pides al 12?
-Rapidez, eso le pido. Que sea un zooooom, un visto y no visto, un "anda coño, otro año pasado". Y que nos plantemos en el 2014 en un ya.
-En el 13, querrás decir.
-¿No lo suprimen, no quitan el 13? ¡Uy laostia!, un 12 que viene muy joputa y detrás un trece, 13! Me quiero bajar, que paren el mundo que me quiero bajar.
En el último suspiro de lucidez decidimos volver a casa.
Lo dicho, les deseo un feliz 2014. Hasta entonces, suerte y mantengan la respiración.