sábado, 21 de enero de 2012

Redada del FBI en el Búho Bizco

-Me ha jodido, el cabrón lo sabía y me ha jodido.
-No creo que  Thomas lo supiera, Jota. Lo que tienes que hacer es demostrar tu temple y sacar adelante el dinero que he invertido.
-Don Jota -terció Lola, la camarera del Búho Bizco-, Margarita tiene razón, Thomas no tenía ni idea de que el FBI iba a intervenir la gramola, y mucho menos de que Rajoy mantendría la prohibición de fumar en los bares.

Jota cogió el traspaso del Búho Bizco con dinero prestado por su acaudalada empleada Margarita Ricchi cuando Thomas Garrafón se trasladó a la Carrera de San Jerónimo a regentar el bar de las Cortes. Jota calculó que el nuevo Gobierno levantaría la prohibición del tabaco y facilitaría la iniciativa de lo que ahora llaman emprendedores; eso, al menos, le aseguró Garrafón. Grave error. La prohibición siguió; el Madrid, equipo de la mayoría de los clientes del Búho, continuó perdiendo frente al Barsa y el FBI practicó una redada mundial para acabar con la música pirateada. ¿Y dónde coño compro música legal si en esta mierda de pueblo no hay CorteInglés?, se preguntaba Jota mientras los miembros del departamento de estupefacientes del FBI rodeaban la gramola fusil en mano.


-Digáis lo que digáis, chicas, esto no es lo que parecía
-Un par de añitos, Jota, dos años y verás como esto mejora. Por cierto, he de subirte tres puntitos los intereses del prestamo
-¡Margarita, que soy tu jefe!
-Lo sé, Jota, lo sé, pero el FMI nos ha augurado dos añitos de ir con la lengua fuera, y eso se paga
-Querrás decir que lo pago
-Más te vale, jefe.

Las dos mujeres y el nuevo dueño del local dejaron escapar un suspiro y una lagrimita cuando los muchachos del FBI pasaron junto a ellos cargando con la gramola y su última canción...




Y es que, después de ver infinidad de series de menos de 72 minutos protagonizadas por el FBI, ahora nos hacen sentirnos como delincuentes. 
Sinceramente, creo que deberíamos  de exigir la aplicación "habeas corpus" y que nos personasen a todo el planeta Tierra ante el juez. 


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martes, 17 de enero de 2012

Me libré del `blue day´

Ayer de blue day y servidor sin saberlo. Me enteré por la noche, a última hora y por internet. Es lo mejor. De haberlo sabido veinticuatro horas antes, quizá, solo quizá, qué digo quizá, seguro y más que seguro, hubiese condicionado el tercer lunes de enero, día elegido para el blue day, el día más deprimente del año.



El blue day comenzó a las cero horas del tercer lunes del primer mes del año, justo cuando me metí ne la cama y me di cuenta de que no tenia sueño. Lo llamé, al sueño, y no llegó. A las tres de la madrugada me levanté, di una vuelta por Internet y me puse una serie: "Carlos", el terrorista venezolano que trajo de cabeza a media policía europea. Son tres capítulos de cerca de dos horas cada uno. Vi dos. Entre uno y otro me preparé una tostada; durante la operación se me resbaló la aceitera, se rompió y tuve que recurrir al tulipán. El té, recordé, se acabó el sábado y como soy el único que lo toma no se repone si no aviso o lo compro. Sin té. No importa, también soy adicto al café. Café, sí, el que se llevó la niña a una cena de amigas: Todas, me dijo y ahora lo recuerdo, tenemos que llevar algo para cenar; yo llevo el café. Todo el café. Encontré una bolsita individual de ColaCao, caducada, ¡y qué! Desayune tulipán con colacao.

Me creerán si les digo que la primera gota del primero de los muchos cafés de día -recuerden, no dormí- planeó y aterrizó en todo lo alto mi camisa blanca, España camisa blanca de mi esperanza. Me pasé el día explicando que sí, que ya sabía que la camisa está sucia, pero qué le voy a hacer si a mi manchita roja se acostumbraron mis ojos. Ojos que se me cerraban sin avisar; creo llegué a soñar mientras caminaba.

El día, resumo, fue normalito salvo por las dos multas -velocidad y aparcamiento-, por el golpe que le di a un insensato que frenó frente a un semáforo en rojo en medio de la calle y por alguna cosilla más que les ahorro, que no es cosa abusar.

Ya en casa, me preparé un té que compré de vuelta, repasé las noticias y me enteré de que el día que acababa era el blue day. Ufff -pensé- qué suerte no haberlos sabido hasta ahora; si me entero de esto anoche igual me deprimo y se me jode el día.

jueves, 5 de enero de 2012

De niño chico

Nunca les pido nada a los Reyes Magos, es la única forma de que no me decepcionen. Lo vengo haciendo hace años y me ha funcionado; pero este año, ay, he tenido que romper mi tradición y pedirles que me dejen algo, que no se lleven mucho. Que se dejen, aunque sea la ilusión.

De niño chico, como todos los niños chicos, vi a los Reyes, sus siluetas, sus sombras entrando en mi habitación. Sentí la mano de uno de ellos acariciando mi cara e inclinándose hasta mi para dejarme un beso suave, casi imperceptible, en mi frente. Yo, como todos los niños chicos, me hacia el dormido, apretaba los ojos y dejaba de respirar. A la mañana siguiente, de madrugada -los niños chicos siempre nos despertamos a las siete de la madrugada el día de Reyes- abría los ojos, comprobaba que los Magos se habían bebido la mistela y habían despachado el turrón, y después de echar un vistazo a los paquetes corría a la habitación de mis padres para darles la buena nueva: ¡papá, mamá, que sí, que han venido, que los Reyes han estado en casa y me han dejado juguetes!. Mis padres, incrédulos, corrían a mi habitación y  comprobaban con asombro que no mentía, que los Reyes Magos pasaron por casa.



Eso era de niño chico. Ahora soy mayor y sé que mis padres mentían cuando ponían cara de asombro. Mentían, para ellos no era ninguna sorpresa que los Reyes hubieran estado en casa, ellos sabían que los Reyes son magos y que pasan por la casa de todos los niños chicos. Sabían que los Reyes existen. Y lo saben, como lo sé yo.

Y por eso, porque lo sé, les pido que me dejen algo de ilusión, de esperanza y de fuerza. Soy consciente de lo que les pido y que no es poco; entiendo que estén reacios, que tal vez no me haya portado del todo bien y prefieran pasar de mi. Pero son magos, y buenos, y he prometido mejorar y saben que es verdad.

Ya veréis como sí. Ya veréis como me dejan aunque sea la ilusión.

Que sean generoso con todos ustedes, que se lo merecen.
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