Miren qué día es hoy. El santoral.
Años atrás le regalé una caja de bombones a Margarita Ricchi para celebrar su onomástica. Recuerdo que me miró y me preguntó: ¿te doy la versión oficial, la fingida o la real? Todas, le contesté; me gusta oír tu voz. La oficial es que no celebro santos; la fingida, que no me gusta el chocolate. La verdad es que lo del santo me da lo mismo y el chocolate me vuelve loca.
-¿Entonces, Margarita?
-Entonces, pon los licores y yo invito a bombones. Pero antes pon el oído a esos tipos del fondo.
Eran dos, con esa edad que ni es de aquí ni es de allá, la de cerca de los cuarenta, sin llegar, y creyéndose muchachitos. Estaban en una mesa junto a la puerta del baño de caballeros, en el Búho Bizco, me acerque con disimulo y llegué en este punto de la conversación:
-No, si en eso tienes razón, la tías son muy impresionables. Es por eso que a veces me contengo, porque me dan lástima...
-Exacto. Por eso hay que llevar siempre, junto con un cepillo de dientes y unos condones, chocolate, bombones o similares en la mochila de caza. Ya me entiendes. Mira, cuando una tía te acepta una caja roja de Neslé, en realidad te está dando la llave de su intimidad...
-¡Jo, tío, eres un maquina!
-Ya te digo...
Volví con la Ricchi y le cogí la caja de bombones. Busqué con la mirada a Lola, la camarera del Búho, con intención de acercarle los bombones. Pero me detuve: recordé la conversación de los 'pájaros' del fondo. Barrí con la mirada el local hasta que encontré a Goran, el exmafioso albanokosovar. Me acerqué hasta él y le dí la caja de bombones. Me miró, sonrió y no me dio las gracias, cosa que agradecí. Me fui al encuentro de Margarita Ricchi:
-Margarita, te invito a cenar
-Cenemos pues, amigo. Me gustan los clásicos.
Tú sí que sabes como agradar a una mujer. Nada de regalitos tontos y sin sentido, una cena es algo que nunca falla.
ResponderEliminarun abrazo