miércoles, 30 de mayo de 2012

La succión

Segunda carta de Goran, donde cuenta cómo sigue las instrucciones que nos narró en la primera


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Querido Jota (van dos):


Como continuación a la misiva de ayer y sabiendo que, a pesar de tu ruidoso silencio, estarás preocupado por lo que te adelanté, te cuento:


Estaba citado en el Centro de Salud -el pueblo no da para Hospital- a las 8.45 a.m. para la analítica que ayer te referí. Conocedor que eres de mi proverbial puntualidad ya imaginarás que allí estaba yo, como un clavo, a la hora fijada. La sanidad pública, menos escrupulosa que yo en asuntos de horarios, me recibe cerca de las 9 a.m., que no es retraso escandaloso y encaja en la `ley del cuarto´. Lo duro fue la espera. En una salita repleta de silenciosos pacientes (ahora entiendo el subliminal sentido de los designados como `pacientes´) yo me sentía no más que un infante. Tal era la media de edad. Lo que me cortó la respiración, no obstante, fue ver cómo una señora tuvo que ser abanicada -en espectacular maniobra de primeros auxilios- por dos enfermeras y un médico en un intento de reanimarla tras ser pinchada en repetidas ocasiones sin encontrar el adecuado conducto sanguíneo. Palidecí, sobretodo cuando, dada la dramática situación, cerraron la puerta de la consulta que hasta entonces había permanecido abierta; sin duda con el bienintencionado propósito de tranquilizarnos.




Pasados unos minutos, una grácil asistente sanitaria pronunció mi nombre. Cosa que me emocionó, pues ya hace mucho tiempo que ninguna dama se digna a llamarme. Entro en la consulta donde te pinchan, les pido clemencia, les ruego que se apliquen en su trabajo con tino y esmero, y cierro los ojos. "Es cosa de ná", me dice una enfermera con cara de buitre al atardecer. No le creo y saco fuerzas de donde no las hay. El médico, o enfermero que esto no lo he aclarado, me apuntilla diciendo que "los hombres no nos quejamos". Entenderás, amigo Jota, que el peso de la responsabilidad para con mi sexo me empujó a mantener el temple y la compostura. 


Y succionaron, amigo Jota, succionaron varios litros de mi sangre roja y hermosa. Sangre que desde niño había criado con cariño y mimo. Al observar de reojo que la enfermera con cara de buitre al atardecer tenía la jeringuilla en lo alto, me vine arriba: "¿ya está?, cierto, ha sido cosa de nada", dije con aparente indiferencia.  El reloj, a pesar de todo lo sufrido, sólo marcaba las 9.05 a.m.


La grácil asistente sanitaria me dice cuándo he de volver a recoger la información que arroje la sangre que me succionaron y la orina que les regalé. Los nervios no me dejaron oír sus instrucciones y  tuve que preguntárselo a una atenta señorita que se ocupa de la atención al cliente. "Una semana - me dijo, y continuó- pero con las fechas que  son...". Salí al quite: "pasado el plenilunio, ¿no?". "Eso"


Volví al refugio, tosté una media y me preparé un cortado. Ahora, para tu tranquilidad, estoy como una rosa en primavera.


Y nada más, amigo Jota. Aprovecha las lunas llenas y recibe un abrazo.


Goran.
Y Plinio conversando sobre un asunto que  pocos quieren tratar

martes, 29 de mayo de 2012

El día que le ordenan a Goran pasar la ITV

Desde la noche en la se descubrió que Margarita Rcchi es hija del alcalde y que tiene proyectos de boda, Goran, mafioso en proceso de rehabilitación, ha estado desaparecido. Hasta anteayer que recibí la primera de las tres cartas, a razón de una por día, relacionadas con problemas de salud del albanokosovar.
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La primera. (las otras dos, día a día)


Querido Jota:


Tú que eres hombre de aprensiones médicas me vas a entender.
Unas placas rojas que pican como demonios y una presión dolorosa a la altura del pecho me han aconsejado visitar al médico; cosa que he hecho con el miedo metido en el cuerpo dada mi condición de albano kosovar y mi pasado mafioso. Curiosamente mi antiguo trabajo ha sido como un pasaporte en regla; así me lo ha dado a entender una elegante señorita que recibe  a los aspirantes a pacientes: pase, caballero, estamos acostumbrados, me dijo. Ya luego, los de la SS me dicen que me han cambiado al médico. No, no era médica. Creo que aquí no las hay más allá de la enfermería. Le explico a mi nuevo médico lo de las placas, lo del dolor y que todo esto no es nuevo. Hace más de 20  años que conozco mis dolores. Debe de tratarse de una alergia, le explico intentando acortar la visita en un afán por colaborar con los recortes del Gobierno. Me ausculta, me toma la tensión y me somete a una interrogatorio inquietante:
-¿Fumas?
-Sí, señor
-¿Desde cuando?
-Desde que tuve edad para entrar a las discotecas 
-Has pensado en dejarlo
-No
-¿Cuánto fumas?
-Un paquete dos días. En jornadas normales
-¿Cuándo te fumas el primer cigarro del día?
-Después del desayuno. Póngale una hora desde que me despierto.


Deja el interrogatorio y pasa a las observaciones:


-La tensión está al limite -¿no había otra expresión?, pienso sin decirlo
-¿Al límite de qué? -esto sí lo pregunté
-De la normalidad.  -no insistí para no parecer estúpido, pero me quedé sin saber a qué se refería con lo de la `normalidad´
-Te vas a tomar tres días la tensión
-Vale, tengo un aparatito que...
-Nada de aparatitos. Aquí, con un enfermero y un informe.
-¿Algo más?
-Una analítica.

Te juro, amigo Jota, que he oído hablar mucho de las analíticas pero no recuerdo haber visto ninguna. Pensaba que era una leyenda médica. Pero no, no lo es; la enfermera me ha provisto de un botecito para la primera meada del día sin ponerse roja, lo que me lleva a pensar que es algo habitual. 


-Lo de mis placas y mis dolores, Doctor -le recuerdo
-Sí, eso puede ser una alergia. Te ordenaré -¡que manía con ordenar, se creen capitanes de fragata!- una pastilla cada noche durante ochenta -¡ochenta!- días. Para empezar.
-Pero si esto se me va sólo. Fíjese usted que ayer lo tenia todo encendido y salí de la casa y se me paso.
-Hay quien se queja de que las pastillas producen sueño, pero no es verdad. -¡vaya el caso que me hace!
-Resumiendo: mañana te acercas para la analítica, pasado para la tensión, luego ya te daré instrucciones.


Ya entenderás, hermano, que he salido más intranquilo de lo que he entrado. Lo malo es que tengo que entrar más. 


Con la confianza de que la consulta de mi médico no se convierta en mi nuevo hogar, recibe un fuerte abrazo de tu amigo,


Goran.

domingo, 27 de mayo de 2012

Juego de Reyes, del Mambo

Cuando año a año, mes a mes, día a día, se consigue cierta edad y algún hijo, se entiende la teoria del Rey del Mambo sin necesidad de profesor de apoyo.


Un amiguete asiduo al Búho Bizco me lo explica entre gintonic y gintonic: Verás, chato, lo de los hijos es como una revolución permanente contra el Rey del Manbo. Con sus fases.

Conga dancing - Courtesy Keystone/Hulton Archive/Getty Images

Primera: el hijo, o hija, que lo mismo te tocan las pelotas unos que otras, creen y lo jurarian sobre la biblia, que los padres somos los Reyes del Manbo. Es la época en la que las niñas se quieren casar con los padres, y las madres, orgullosas, les rien las gracias. Es la época en que los niños creen de buena fe que los padres somos de puta madre y las madres más listas que el hambre por estar con quien está. Vamos, que se dan de leches si otro nano lo pone en duda. Esto viene a durar hasta después de la primera comunión, de largo; pongamos hasta los diez, doce años. Luego viene una etapa plana hasta llegar a la siguiente fase.

Segunda: La adolescencia...agggg....es cuando los hijos se desencantan. Se dan cuenta de que los padres no somos los Reyes el Mambo. Y no es suficiente haber descubierto que no existen los reyes, necesitan proclamar a los cuatro vientos que de existir no seriamos los padres. Gilipollas los niños, como si el resto de la humanidad no lo supiera. Pues lo machacan, nos lo recriminan como si les hubieramos ocultado la verdad  los largo de lo que ellos creen su extensa e intensa vida. Esta fase, por fortuna no dura mucho; es potente, pero se acaba cuando terminan el instituto o se sacan el carnet de conducir. El fin de esta fase da paso a otra etapa plana que dura lo que duran los estudios universitarios o encuentran un empleo. Descubrir que nos borbandean con los recibos de la luz, gas, los impuestos, y lo que llegue del banco, les amansa.

Tercera, peligrosísima: Han redescubierto que sí existe el Rey del Mambo...¡y que son ellos! Con sus primeros euros comienzan segregando la factura del movil: que qué te importa a ti quién me llama o a quién llamo, que yo uso esmarfon y tú aún le das al sms, que tengo mi vida, mis amistades y mis relaciones...¡que soy el Rey del Manbo! Si les llega para comprarse un coche es una bendición, por lo menos no te echarán en cara que el tuyo siempre está en reserva y  la gasolina se la tiene que poner...¡el Rey del Mambo! para que tú puedas ir a comparar el periódico. Esa es otra, la del periódico: Debes de ser, te reprocha el Rey del Mambo, la única persona de este país que compra periodicos de papel...

Futurible, un deseo: que algún día lleguen los nietos y los Reyes del Mambo te hagan la pelota para que te los quedes mientras ellos están en el trabajo o se van de copas.

Entonces, ay entonces, ¡ya veremos quién es el Rey del Mambo!

-¿No es así? -me pregunta mi amigo, acodado en la barra del Búho Bizco.
-Ya no me acuerdo. Hace tiempo que superé la fase de hacerle la pelota a mis padres.

Y clic-clic, suena la gramola del Búho

miércoles, 23 de mayo de 2012

La sorprendente visita de D. Fortunato Aprovecha del Cargo (y, de momento, III)

(Capítulo anterior, de los motivos de la visita al Búho Bizco de D. Fortunato)
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Reconozco que estaba desconcertado. La historia era demasiado enrevesada para ser la tapadera una mera cita clandestina. No sabía qué decir y necesitaba un trago. Para no alejarme del escenario llamé a Lola con el móvil y le pedí un par de wiskys. 

-El caso es que Jacinta, ese es su nombre, me ha llamado hace una par de hora y me ha citado en El Búho Bizco. Según me ha dicho lleva algún tiempo en la ciudad esperando el momento. Y por lo visto es ahora.
-Joderrrrr -no me salio otra cosa-. Y dime, ¿cómo os vais a reconocer?
-Entrará en le Búho y te pedirá un libro de Benito Pérez Galdós,ya sabes, el autor de Fortunata y Jacinta.
-Muy ocurrentes, ¿también se dedica a la política?. Bastaba con que me pidiera un orujo. Bueno, será mejor que me acerque a la barra por si llega. ¿De verdad que no sabes cómo es?
-Sólo sé está cerca de los cuarenta, y si se parece a su madre será morena y muy atractiva.
-Espero que no se parezca a ti.

Cuando me alejé de la `mesa invisible´ vi a todos los parroquianos puestos en fila con la espalda pegada a la barra esperando que les diera el parte.


-Sin novedad, señores. Y vayan apurando las copas que estamos cerrando.

Se revolvieron todos a un tiempo formando un corrillo y murmurando Dios sabe qué. Me metí detrás de la barra y llamé a Lola para pedirle que me ayudara a despejar la pista, cuando observé la puerta. Se abría despacio, muy despacio; se detuvo de golpe y asomó una cabeza con una larga melena. Una mujer. Goran, nervioso, salió a su encuentro

-¡Vaya sorpresa, Margarita! Precisamente estaba pensando en ti y preguntandime si no aceptarias...

Ricchi miró a Goran durante unos segundos y sin mediar palabra se encaminó hasta el extremo de la barra donde estábamos Lola y yo.

-Perdona, Jota, ¿tienes algún libro de Pérez Galdós?
-¿Tú...?


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Esilleviana, Señuelo de tus Palabras, quiere saber cómo será en encuentro de padre e hija y de qué hablarán. José Antonio, El Cofre del Chirri, quiere confirmar que la aparición de la hija maleará la política del alcalde. ¿Habrá algún cargo para su futuro yerno?

No descarten que les siga incordiando con la historia del alcalde y su hija, Margarita Ricchi, que de argentina, hija de un noble italiano, se ha tornado gallega hija de un alcalde expropietario de puticulbs. 

...

martes, 22 de mayo de 2012

La sorprendente visita de D. Fortunato Aprovecho del Cargo (II)


(En la primera parte, de cómo llegó el alcalde al Búho Bizco cuando Jota se disponía a cerrar la taberna.)
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La "mesa invisible", muy solicitada por las parejas en busca de intimidad, está colocada detrás de una gruesa columna, en una esquina del local. El alcalde también parecia necesitar discreción, de manera que fui personalmente a atenderle.


-Vaya sorpresa, Fortunato, ¿qué haces por aquí?
-¿Qué tal Jota, cómo te va?. Necesitaba un lugar discreto y me he acordado de ti. ¿Crees que me ha reconocido alguien?
-La camarera, pero eso no es problema. ¿Qué te trae por aquí?, no nos vemos, ¿desde cuándo, desde la última campaña electoral?
-Por nuestra vieja amistad, Búho, necesito que me eches una mano. Es un asunto delicado.

Conocí a Fortunato hace veinte años, en una de mis actuaciones como espia del Gobierno. ¡Qué tiempos aquellos en los que los espias eramos funcionarios y cobrábamos todos los meses!  Por aquella época Fortunato era dueño, por persona interpuesta, de una pequeña cadena de puticlubs de alto postín. Esto sólo lo sabíamos un reducidísimo número de personas, y nunca nadie lo hizo público. El silencio de las otras tres o cuatro personas que lo sabían le salio caro cuando se metió en política. El mio fue prácticamente gratis, únicamente le pedí, siendo ya alcalde, que acelerara los tramites para la apertura de mi despacho de espia privado.

-Tengo una cita
-¿Una mujer?
-Sí, pero no es lo que piensas -el alcalde inició un tenso silencio que duró unos interminables veinte segundos-... se trata de mi hija.
-¿Hija?. Sólo te conozco hijos, dos hijos y ninguna hija.
-Yo tampoco la conozco. Verás, antes de llegar a esta tierra estuve casado en mi Galicia natal. Era muy joven y el matrimonio no funcionó. Nos separamos, y al año siguiente, estando yo aquí, mi mujer murió. Lo que no sabía es que estaba embarazada cuando me dejó. 
-¿Y por qué piensas que es hija tuya?
-Pocos años después de la muerte de mi mujer me localizó el cura de mi aldea. Estaba al corriente de todo, me contó que mi mujer sabía que estaba embarazada cuando nos separamos, pero que no me lo quiso decir para que no la molestara. Fue ella quien me dejo. El cura tenía instrucciones de no desvelarme el secreto salvo que le ocurriera algo a ella. Al morir me buscó y me lo contó. Pero no podía ver a la niña, al menos hasta que se casara. Ese era su compromiso.
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En el piso de arriba, en lo de Plinio, el nota se hace cruces porque las intimidaciones -o cautelas- de hoy nos vienen de Cádiz, la liberal.

lunes, 21 de mayo de 2012

La sorprendente visita de D. Fortunato Aprovecho del Cargo (I)

Historia en tres actos y en primera persona. Así me lo contó Jota:

Eran las tres de la mañana y el Búho Bizco estaba de un animado que daba gozo verlo, como todos los viernes desde la llegada de la primavera. Además de las habituales mesas de parejas agotando el último suspiro de la noche, en la barra se habían reunido parte de los parroquianos habituales. Don Ángel, el cura, tomaba su copita de anís después de haber administrado la extremaunción a un moribundo del bloque vecino, "este hombre lo ha hecho bien Búho -la gente empezaba a llamarme Búho-, me ha requerido a mí antes que a los médicos. No sé si salvará su cuerpo pero el alma ya está curada". Estaba Don Severo, el maestro, con sus motivos, "¡qué dura es la vida del maestro, Búho!, fíjate a qué horas termino con las clases particulares". Don Próspero, el acaudalado comerciante, tenía cara de pocos amigos cuando me contaba que un vendedor de trajes de sky le había dejado plantado, "así es que no sé si meter la sección de nieve en las tiendas de la costa, Jota". Malaspulgas, un exraterillo de barrio, tenía el semblante serio y no articulaba palabra, y todo a cuenta de una bronca prematrimonial. "a ver si tú lo entiendes, Búho -estalló-. sólo le he preguntado si quería casarse conmigo, nada más. Pues no veas cómo se ha puesto, sobretodo cuando le he sugerido que, una vez casados, ponga el apartamento a nombre de los dos, de la unidad familiar, ya sabes...". Lola también estaba en el Búho, a pesar de haber terminado su turno hacía más de una hora. 






-¿Hoy no te vas, Lola?
-No tardaré mucho, jefe. El caso es que no estoy cansada y como he visto movimiento en el local he decidido quedarme, pero tranquilo que estas horas no las cobro.

Había estado observando a Lola y a Don Próspero en busca de miradas cómplices, pero, o lo llevaban muy discretamente o yo me equivocaba.
El reloj de pared marcaba las tres y cinco y me dispuse a apagar las luces que adornan la fachada del Búho para evitar que nuevos clientes se colaran a la hora del cierre. Pero justo en ese momento entró alguien al pub.

-Lola, hazme un favor, acércate al tipo que ha entrado y comprueba qué pinta trae. O mejor, directamente le dices que hemos cerrado.
-No puedo, jefe. ¿No ha visto quién es?. 
-Desde aquí no lo distingo -Lola no solo tiene ojos de gata, también la vista es de felino-, ¿quién es?
-Es Fortunato Aprovecho del Cargo
-¿El alcalde?
-El mismo. Y parece que se dirige a la "mesa invisible".

Continuará...

martes, 8 de mayo de 2012

Renovar con una boda

Entró al Búho Bizco. Era un tipo duro, de los que no usan espuma para afeitarse. ¡Un tequila!, y dígame quién es el jefe. Lola giró la cabeza señalando a Jota.


-¿Qué se le ofrece, caballero?
-Soy Austero Gutiérrez, el nuevo director del banco.
-¿Y Benigno?
-¡Dimitido! Ahora mando yo. ¡Nuevos tiempos!
-Encantado, D. Austero -balbuceó Jota ofreciéndole la mano
-Sólo quiero decirle que la renovación de su póliza ha sido denegada -el director del banco ignoró la mano de Jota y apuró el tequila de un trago
-Debe de haber un error, D. Austero, mi póliza vence dentro de diez meses. En realidad es una pequeña póliza de crédito que Benigno insistió en abrirme y que apenas he usado. Yo me financio de mi secretaria, la señorita Ricchi
-Eso es ahora, pero dentro de diez meses puede estar a malas con su secretaria y necesitar una renovación. Pues sepa que no es posible.
-Gracias. Son tres euros -y Jota se alejó de la barra para hablar con Margarita Ricchi sin despedirse del nuevo director.

Se sentó junto a la Ricchi. Ella lo miró: ¿algún problema, jefe? Jota la observaba en silencio, absorto, eligiendo cada una de las palabras que iba a pronunciar. Margarita -dijo al fin- ¿por un casual no te has imaginado casado conmigo dentro de diez meses?

La mujer se levantó en silencio y de dirigió a la barra, junto a Austero. Buen trabajo, Gutiérrez; has estado muy convincente. Y le dio un billete de cien euros.


(Plinio  ve así el asunto de lo bancos)


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domingo, 6 de mayo de 2012

Mamá

En la antigua Grecia ya se honraba a Rea, madre de dioses. Desde entonces es un no parar.


Según religión y latitud, se ha celebrado y se celebra el día de la madre en distintas fechas y con pretextos varios. El motivo de la fiesta, siempre el mismo: rendir homenaje a la madre que nos parió, y, por extensión, a la mujer en su condición de madre. Hoy, primer domingo de Mayo, nos toca galardonar a la nuestra. 



Dura prueba para los hijos: llamar a la madre antes de que ella te llame con cualquier escusa, como invitar a su nieta a comer "por ser es el día que es". O lo que es peor, que te llamé tu padre, "por si lo habías olvidado, ya sabes que le hace ilusión", con lo que arrastras todo el día un pesado cargo de conciencia que tu padre ni se imagina. Y aquí estoy, con el teléfono en la mano pensando si ya es buena hora o es demasiado temprano para un domingo. 



Yo voy a llamar y luego la visito.



Feliz día de la Madre. Y llamen, o mejor, visítenla si pueden. Y no me digan que a las madres se las quiere todos los días y que el día de la madre es cada día. Ya lo sé. Y qué, ¿tanto cuesta que hoy también lo sea? 





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miércoles, 2 de mayo de 2012

Subidón patriótico



¿Quién no ha tenido alguna vez un subidón patriotico? Jota los tiene cada dos de mayo. La calentura de este año ha venido vestida de época. Jota, con la complicidad de Lola, ha organizado un pub temático para conmemorar el dos de mayo. Todos vestidos de resistentes madrileños frente a los franceses; y jarras de vino como única bebida.


En estas estaban cuando entró Margarita Ricchi al Búho Bizco. Llegaba seria, jadeante y buscando a Jota con la mirada. Lo vio, se acercó y le entregó un sobre grande sin hacer ningún comentario. Jota buscó instintivamente el remite. Escueto:
Gobierno de España.

Sin mediar palabra agarró a Margarita por el brazo, y después de comprobar que la mesa de D. Próspero estaba libre caminaron presurosos hacia ella. Silencio en la taberna. Jota rasgó el sobre y extrajo un tarjetón, lo leyó sin mover un músculo y se lo pasó a su secretaria. Margarita enmudeció:

Querido Jota:
Te estoy escribiendo estas lineas por encargo de Mariano, quien, conocedor de nuestra vieja amistad, me ha encargado que te suplique ayuda. España te necesita, hermano.
Te supongo conocedor de la acción bolivariana contra los intereses de una empresa española. El asunto no tendría mayor importancia si no viniese precedido por otro atentado gaucho de similares características. Es necesario romper esta cadena endiablada que nos está dejando con el culo al aire, con perdón.
Apelando a nuestra inmemorial amistad y a tu probado patriotismo, te ruego actives tu oficina de espía privado, aunque solo sea para este desagradable asunto. Tu ausencia, amigo Jota, nos ha debilitado y es el momento de reaccionar. ¡Por España!

Recibe un fuerte abrazo de tu leal amigo, 
José María Aznar.

Jota, sin perder un momento, le hizo una señal previamente convenida a Lola. La camarera ya sabía que tenia que servirles un gintonic para su jefe y un Martini Hemingway para Margarita Ricchi. Tocaba reunión de espías. 

Goran, a requerimiento de Jota, se reunió con ellos en la mesa de D. Próspero. 
-Hay que trazar un plan  -dijo el jefe. 
-Yo puedo llamar a mis colegas de la mafia -intervino Goran orgulloso de no haber roto con sus contactos.
-Chicos, creo que tengo la solución -sentenció Margarita Ricchi con burlona sonrisa...

Clik-clik, comenzó a sonar la gramola




(Plinio, grande, traza una pincelada  con motivo del Dos de Mayo)


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